lunes, 19 de octubre de 2009

Subirse a las dificultades

Hace más de dos años encontré una pequeña historia, un cuento de esos que como dice Jorge Bucay sirven "...para dormir a los niños y despertar a los adultos..." en aquel momento decidí compartirlo con mis más cercanos compañeros de trabajo.

Desde ese agosto del 2007 he tomado como hábito compartir una historia inspiradora, cuentos, frases célebres, en ocasiones poemas y hasta artículos del genial Laureano Márquez. En fin, textos que nos lleven a la reflexión. Ya son varias historias las que he compartido desde entonces. Algunas personas me habían invitado a compartirlas a través de un blog y así no se quedara sólo en personas del trabajo. Hoy, les tomo la palabra (siempre son bienvenidos los aportes y sugerencias, incluso las críticas).

Este que comparto con ustedes es justo el mensaje que envié el día de hoy, que por lo general son los viernes y que sin embargo cada cierto cambio la dinámica para no caer tan profundo en la rutina. Un cuento, por cierto, de Jorge Bucay que está en su libro "Cuenta conmigo". A los que no han leído a Bucay los invito a leer alguno de sus libros, en especial los de cuentos.

En éste podrán entender la frase que tomé de Jorge y que coloqué en el primer párrafo.

Espero les guste, Feliz semana para tod@s!

PD: Si tienen historias, cuentos, fábulas y reflexiones de este estilo y las quieren compartir conmigo se los agradeceré.

Ahora sí, el cuento...



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Se cuenta de cierto campesino que tenía un caballo de tiro ya viejo y casi ciego.

En un lamentable descuido, el caballo cayó en un pozo que había en las afueras del pueblo. El campesino oyó los relinchos del animal, y corrió para ver lo que ocurría.

Le dio pena ver su fiel servidor en esa condición y trató de sacarlo. Tiró de las riendas con todas sus fuerzas, empujó al jamelgo desde atrás, hasta trató de hacer palanca con una larga vara para empujarlo fuera de la trampa en la que había caído. Pero no hubo caso, era imposible...

Después de analizar cuidadosamente la situación, decidió que no había modo de salvar al animal, y que más valía sacrificarlo. El campesino llamó a sus vecinos, y después de ponerlos al tanto de lo que estaba ocurriendo, le pidió ayuda para sepultar al caballo en el mismo pozo en el que había caído. Si lo hacían rápidamente y entre todos evitarían que el animal siguiera sufriendo.

Todos aceptaron prestar sus manos, sus palas y su tiempo para ayudar al vecino y al propio caballo. Al principio, el animal bramaba enfurecido cada vez que una palada de tierra le caía sobre el lomo. Sin embargo, a medida que el campesino y sus vecinos continuaban paleando tierra, el caballo se dio cuenta de que podía deshacerse de la tierra si se sacudía con fuerza. Una y otra vez, el animal recibía cantidades de tierra y una y otra vez se sacudía y se libraba de ellas. La tierra se acumulaba en el fondo del pozo y el caballo que coceaba y pataleaba todo el tiempo iba subiéndose sin quererlo sobre el nuevo nivel fondo. No importaba cuan doloroso fueran los golpes de la tierra y la piedras sobre su espalda, o lo angustiante de la situación, el caballo luchó contra el pánico, y continuó sacudiéndose mientras a sus pies se iba elevando el nivel del suelo. Los hombres, sorprendidos, captaron la esencia de lo que sucedía y esto los alentó a seguir paleando con fuerza renovada. Llegó un momento en el que el pozo se había llenado tanto de la tierra que el caballo sacudía que el equino sólo tuvo que dar un pequeño salto para salir definitivamente del pozo, La tierra que se le tiró para enterrarlo se convirtió en su salvación, por la manera en que el instinto del animal lo llevó a enfrentar la adversidad. El campesino se dio cuenta de lo mucho que tenía para aprender de su viejo caballo de tiro y empezó a quitarse de encima algunas cosas que cargaba en sus espaldas y a subirse a sus dificultades...

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