miércoles, 8 de enero de 2014

En Venezuela la Vida es Bella

Como padre, cada día más, siento que formamos parte de la película dirigida y protagonizada por Roberto Benigni “La Vida es Bella”. Tratando de llevar una vida “normal” mientras estamos sumergidos en un régimen de violencia; intentando extender la sonrisa de mi hijo con sus experiencias en el día a día al mismo tiempo que se toman mayores medidas de precaución por temas de inseguridad.


Hace poco una amiga, que ha sido víctima del hampa en varias ocasiones mientras pasa horas conduciendo en las colas caraqueñas, me relataba una historia que ilustra parte de esta sutil tragedia. Mientras vacacionaban en el exterior se daban el “lujo” de circular en el carro con los vidrios abajo y su pequeña hija le comentaba que en ese lugar hacía mucha brisa, que por qué cuando estaban en Venezuela no podían andar con los vidrios abajo…


Son muchas las previsiones que uno toma, a veces incluso en forma de juego, para proteger a nuestros hijos. Resulta que cada vez el compartir con nuestros pequeños se parece más a una cárcel móvil que a un verdadero disfrute de la ciudad, de la vida.


Expresiones como estas ya son parte de la cotidianidad, incluso del inconsciente colectivo: No vayas a tal sitio, vidrios arriba, no saques el teléfono, olvídate de joyas y relojes, siempre el niño tomado de la mano, de noche ni de vaina, derechito pa’ su casa y como estas, muchas otras más. Hasta culpamos a las propias víctimas; culpables de no seguir las recomendaciones y “por andar exponiéndose de esa forma”. Salir a la calle es ya exponerse.


¿Quién no tiene alguna persona cercana que no haya sido víctima de hampa? O peor aún, que ya lo haya vivido en carne propia.


Es por eso que sentimos que ganamos puntos, tal como en “La Vida es Bella”, cuando logramos evadir un potencial peligro inminente; y hasta sonreímos cuando lo hacemos. Lo trágico, al igual que en la película, es que lo que está en juego es la vida misma; y cada vez hay menos finales felices.