En los últimos días ha agarrado vuelo lo del escrache (explicado en términos muy
básicos, increpar en lugares públicos a personas que hayan tenido o tengan que
ver con el régimen que sigue destrozando a Venezuela) y mucho se ha comentado
al respecto.
Varios líderes políticos de la Oposición han dejado su
posición contraria a esta práctica (Capriles y Freddy Guevara, por mencionar un
par relevante en estos momentos), y la verdad es que yo tampoco lo estoy. Esto
no implica que estos personajes no merezcan asumir sus responsabilidades, solo
que no es la forma. Comparto plenamente lo que comentó Capriles en rueda prensa
“El futuro no es tomar la justicia por nuestras propias manos”, y es que
precisamente el escrache es la consecuencia de un agotamiento que viene de años
aguantando barbaridades a diestra y siniestra por parte de esta Dictadura, la
corrupción más abismal que se haya visto en nuestra historia, la impunidad que
ha permitido y promovido cientos de miles de muertes violentas en todos estos
años, la separación de familias por la gran emigración que ha sufrido el país,
la pérdida de calidad de vida a niveles de miseria cuando toca ver a la gente
comiendo de la basura, la angustia y las muertes que han causado la falta de medicinas
y alimentos. Todo esto mientras ellos se dan la gran vida, con viajes, lujos y
pertenencias que siguen disfrutando a costa de todo este sufrimiento que se
intensifica en los más vulnerables, los que supuestamente venían a
reinvindicar.
Creo que hay cosas que la justicia terrenal no alcanzará
para resarcir el daño que han causado, pero no por eso voy a justificar la
violencia en contra de nadie. Defenderse es una cosa, atacar, otra. El escrache
es una versión del linchamiento, donde la(s) víctima(s) se harta de su
victimario y ante la incapacidad o incluso hasta el permiso de quien se supone
debe administrar la justicia; y ejerce por sus propias manos lo que considera
justo, devolviendo el daño a su victimario de alguna forma.
Y ojo con las formas, porque los cómo también hablan del
propósito que se persigue. Sé que la emocionalidad es muy difícil de contener
en esos momentos, pero precisamente en esos momentos es cuando más cabeza fría
se debe tener, porque cuando actuamos cegados por nuestras emociones, son
muchos los riesgos que se corren, para nosotros, para nuestro entorno y para
nuestros propósitos.
¿Escrachear? Creo que hay formas pacíficas, dentro del marco
de la ley, públicas e inteligentes de hacerlo. Si queremos que se haga justicia
debemos ser justos, incluso con aquellos que se han regodeado de sus
injusticias. Si no caeremos en la barbarie y ese es al territorio que nos
quieren llevar, porque es lo que saben hacer.
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