sábado, 29 de abril de 2017

¿Qué hacemos con ellos?


El pensamiento único suele ser muy tentador, pareciera ser obra del mismo Satanás o de cualquier representante del mal que quiera referenciar. Solemos sentirnos mucho mejor con quienes piensan igual que nosotros, solemos alejarnos de quienes piensan distinto. Así nos vamos configurando por grupos dentro de la sociedad y vamos haciendo nuestra vida. Equipos deportivos distintos, profesiones u oficios, intereses personales y pare usted de contar los espacios que elegimos (o rechazamos) según los que se parecen a nosotros.



Algunos suelen atacar, menospreciar o al menos ignorar a los “otros”, los distintos. Pueden verse incluso como amenaza. No se explican cómo es posible que puedan ver y hacer las cosas de “esa” manera. Esos “otros” son capaces de ponernos en riesgo, a nosotros y a muchos otros, a todo un país tal vez; y por qué no, al mundo entero.



Ahora, les pido que hagamos un pequeño ejercicio de introspección. Imaginemos por un segundo que la condición para resolver un conflicto sea que desaparezcamos. Sí, tu y todos los que son como tú. Que “otros” te ataquen frontalmente, convencidos de tener la razón, y te obliguen a desaparecer, a dejar de existir tal como lo estás haciendo ahora. ¿Cómo te sentirías? ¿Qué emociones te despierta esa posibilidad? Imagina que ante tu negativa de “dejar de existir” esos “otros” se van haciendo más violentos y se valen de su “poder” para hacerte retroceder ¿Cómo se mueven esas emociones dentro de ti? ¿Se profundizan? ¿Aparecen otras? Respira profundo…



Ahora bien ¿Quién tiene la razón? ¿Quién tiene la verdad en sus manos como para obligar a otro a desaparecer, a dejar de existir, a dejar de ser quién es? ¿Cómo se resuelve un conflicto de estas características.



Estas líneas previas son un intento por “alejarme” del hecho social (Al menos de una parte de lo mucho que estamos viviendo en Venezuela) para analizarlo de una forma más objetiva, aunque es bien sabido que siempre llevamos una carga de subjetividad en todos nuestros análisis, tal como me enseñaron en mi formación académica.



De este pequeño ejercicio me surgen las siguientes reflexiones:



1.     Siempre habrán otros, incluso otros que nos amenacen. Tenemos que aprender a vivir con eso o mejor dicho, a convivir con eso.

2.     Creo que la clave está precisamente en aprender a convivir, más allá de vivir. Vivir con otros es una condición, más que una opción para nuestra raza.

3.     La convivencia exige reglas claras, que tome en cuenta a todos y que apueste por el bienestar individual y colectivo. Habrá “sacrificios” para los individuos y para todos.

4.     La garantía de cumplimiento de esa normativa debe estar en manos de entes (instituciones) que estén por encima del individuo y del colectivo, y al mismo tiempo estén a su servicio. Es una autoridad necesaria que surge como una necesidad de regulación de la misma sociedad, más no de ningún grupo o individuo en particular.

5.     Nadie debe tener el poder para exigir la desaparición de otro. Una cosa es la regulación de su comportamiento y las responsabilidades que eso conlleva y otra desear o hacer cosas para que “no exista”.

6.     A veces, en nombre de lo “correcto”, solemos caer en la tentación del pensamiento único. Al menos de la hegemonía de cierto pensamiento. Cualquiera que esté pensando en cómo “eliminar” cierto grupo o individuo, ya cayó en la tentación.

7.     La reconciliación no sólo es posible, sino necesaria para aspirar a que verdaderamente superemos lo que estamos viviendo.


Para mí, el “lado correcto de la historia” es aprender a convivir aquí y ahora; independientemente del lado que usted se encuentre o al grupo que pertenezca. Si se está rodeando únicamente de gente que piensa como usted, tenga al menos la suspicacia de reflexionar el modelo de convivencia que propone el grupo en el que está haciendo vida. Si su grupo se aleja de la convivencia, está siendo parte del problema y no de la solución.


Imagen de la campaña UNHATE que benetton lazó hace algunos años para combatir la cultura del odio.

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